jueves, 18 de junio de 2009

Fatenah, un corto de animación para que los palestinos dejen de ser números

La triste historia de una mujer de Gaza pasa de la realidad a la pantalla en "Fatenah", un corto de animación palestino que pone rostro a uno de los muchos dramas que ocultan los fríos números del conflicto de Oriente Medio.

Basada en hechos reales, "Fatenah" cuenta las vicisitudes de una habitante más de la franja palestina, una costurera que sueña con desposar a su compañero de trabajo y que un día descubre un bulto sospechoso en uno de sus pechos.

Desde entonces, la protagonista será víctima tanto de la negligencia y conservadurismo de los doctores de Gaza como de las humillaciones y despotismo de los soldados de Israel en el cruce fronterizo de Erez, que une ambos territorios, en medio de una desesperada contrarreloj contra su cáncer.

Huelgas, apagones, ráfagas de disparos, el insustituible humus con pan de pita sobre la mesa o la danza local dabke recuerdan al espectador que la historia transcurre en Gaza e Israel entre 2004 y 2005, aunque sin despegarse del tema central: el drama de "Fatenah".

"Queríamos contar una historia, que es también un ejemplo, pero es ante todo una historia humana. Para el mundo, los palestinos somos números: 'cinco muertos hoy', 'siete ayer'... pero los números no son lo importante, sino lo que hay detrás", apunta el productor, Saed Andoni, en una cafetería de la ciudad cisjordana de Ramala.

De hecho, la muerte de Fatenah "fue aún más problemática en la vida real, pues sus familiares tuvieron que entrar de tapadillo en el cementerio para enterrarla porque en ese momento había allí tropas israelíes con motivo de una incursión", agrega.

El proyecto nació de un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la ONG israelí Médicos por los Derechos Humanos, que incluía el caso que inspira el cortometraje, de media hora de duración.

Al leerlo, Andoni decidió llevarlo a la gran pantalla bajo la dirección de su amigo el director Ahmad Habash, también palestino, que acababa de regresar a Cisjordania desde Londres tras concluir un máster en animación.

"La animación va bien con la historia porque resulta más ligera para el espectador que los personajes reales. Los hechos son tan tristes que, presentados como ficción clásica o documental, serían demasiado fuertes o aburrirían", señala el productor.

Así, durante año y medio y con apenas 60.000 dólares de presupuesto (aportados íntegramente por la OMS), un equipo de treinta personas sacó adelante el film con un estilo visual voluntariamente naif.

"Le dimos un cierto toque de historieta de dibujos animados para que resulte natural a ojos de todas las edades. No quisimos hacer hiper-realismo ni que los personajes parezcan completamente humanos", explica Habash.

Tampoco se ha querido mantener el nombre de la mujer de carne y hueso plasmada ahora en tres dimensiones porque el guión incluye algunas licencias -sobre todo en los diálogos, lógicamente ausentes del informe- y porque la protagonista tuvo que desnudarse ante soldados israelíes, un asunto sensible en la sociedad de Gaza.

La película tendrá su pre-estreno el próximo día 1 en el cine-teatro Al Kasaba de Ramala y ya ha sido enviada a los festivales de Venecia y Toronto.

"No creo que las películas puedan cambiar el mundo, pero sí pueden contribuir a humanizar a los palestinos. A mi juicio, los cineastas hacemos mucho más que los políticos por la causa palestina. El cine palestino recibe mucho respeto y atención en los festivales internacionales", opina Andoni.

En Israel, donde muchos artistas palestinos rechazan presentar sus obras en protesta por la ocupación, "Fatenah" sólo será exhibida en el "lugar, momento y contexto apropiado", pero "nunca junto a grandes eslóganes vacíos, como 'cooperación'", matiza.

En efecto, el conflicto palestino-israelí también toca al celuloide y -al igual que en el terreno militar- la enorme brecha de capacidades genera resquemor.

No extraña por ello que el productor palestino se apresure a subrayar que el primer largometraje israelí de animación candidato al Oscar, la alabada "Vals con Bashir", costó al menos cuarenta veces más que su humilde "Fatenah".

Antonio Pita






lunes, 1 de junio de 2009

Israel pretende convertir en delito la conmemoración de la Nakba, el holocausto palestino



Los legisladores israelíes, en su incesante campaña contra los palestinos autóctonos, insisten ahora en ilegalizar la conmemoración de la Nakba. En fechas recientes unos cuantos parlamentarios de la Knesset, entre ellos algunos miembros del gabinete ministerial, han presentado un proyecto de ley que criminalizará la remembranza del holocausto palestino acaecido en 1948 (la denominada Nakba, desastre en lengua árabe). Lo curioso es que el Estado judío, cuya raison d’être gira en torno a la remembranza del sufrimiento judío, trate ahora de prohibir que los palestinos con ciudadanía israelí hagan lo mismo con su propio sufrimiento.

Es bien sabido que Israel borró del mapa cualquier huella de posible existencia palestina sobre el territorio. Aldeas, pueblos, huertos, campos y bienes culturales palestinos fueron eliminados poco después de 1948. Hoy, los legisladores israelíes están dando un paso más en su guerra contra el patrimonio palestino. No se trata solamente de una expulsión física y de un borramiento de hechos sobre el terreno, no es sólo una limpieza étnica realizada por motivos raciales, con hambrunas, confiscación de territorio, demolición de casas, bombardeos de escuelas o lanzamiento de fósforo blanco sobre populosas barriadas. No, de ahora en adelante Israel quiere también invadir la mente palestina. Los miembros de la Knesset israelí insisten en erradicar la memoria colectiva de Palestina. Al menos formalmente, están tratando de prohibir el derecho a recordar.

Tal como Khalid Amayreh señaló hace unos días, “un parlamentario palestino-israelí comparó el proyecto de ley con una imaginaria promulgación en Alemania de una ley que prohibiese todas las actividades judías que conmemoran el holocausto”. La comparación entre la Nakba y el holocausto judío es correcta. Estamos hablando de dos crímenes racistas de magnitudes colosales. Sin embargo, mientras que los alemanes arreglaron las cuentas colectivamente con su pasado, el Estado judío se dirige ya hacia su séptima década de negacionismo mientras persiste en su más absoluta iniquidad contra una inocente población civil.

A la luz de las nuevas medidas de implacable brutalidad israelí, vale la pena que exploremos una “voz judía de la razón”, la insólita voz de una persona que se ha manifestado en contra de ese absurdo proyecto de ley. Ruth Gavison, profesora de Derecho en la Universidad Hebrea de Jerusalén, es esa persona. Además de profesora, es también “presidenta” –por favor, no se me rían– del Centro de Pensamiento Sionista, Judío, Liberal y Humanitario. La semana pasada, Gavison publicó un artículo contra el nuevo proyecto de ley en el popular noticiero online Hebrew News.

La profesora Gavison cree que el sionismo puede interpretarse como una misión humanista y liberal. Sin embargo, basta con analizar un poco su pensamiento para descubrir la espeluznante verdad: esta profesora de Derecho carece de cualquier noción de ética o humanismo con carácter universal. Su visión de la justicia está deformada por el sionismo y lo único que hace es malabarismo verbal con viejos clichés simbólicos sionistas, a la espera de que sus lectores hebreos ni siquiera se tomen la molestia de contradecir su pobrísima argumentación.

Gavison está contra el proyecto de ley. Con toda la razón afirma que se trata de algo “injustificado y estúpido, que malinterpreta el problema fundamental de nuestra vida pública”. Según ella, este legalismo es el camino menos apropiado para enfrentarse a ese problema fundamental. Pero la amabilidad de la profesora Gavison se termina aquí.

A pesar de un comienzo tan prometedor, la profesora de Derecho no tarda mucho en mostrar sus cartas. Veamos lo que tiene que decir sobre la Nakba:

“Es un hecho aceptado que el mismo día que la mayoría judía celebra su independencia en su propia tierra simboliza para algunos de la minoría árabe el día de su desastre”. Es ciertamente revelador que, para la profesora Gavison, quienes conmemoran la Nakba no son los palestinos de forma colectiva, sino sólo algunos de ellos. Sin embargo, para ella son los palestinos, y sólo ellos, quienes cargan con la responsabilidad.

“Es preciso recordar”, dice Gavison, que “podría haber sido diferente… este día podría haber sido una celebración para israelíes y palestinos, que podrían celebrar la fundación de dos Estados nacionales.” Llegados a esta línea, uno empieza a preguntarse quién será el tonto al que Gavison está tratando de engañar. Seguramente la profesora debe conocer que el plan para expulsar a los palestinos formaba parte del programa sionista desde sus inicios. “Los palestinos”, continúa, “se negaron a aceptar la partición territorial y, a consecuencia de aquella guerra, el Estado israelí fue erigido sobre las ruinas de la sociedad palestina y sobre el territorio palestino. Muchos palestinos se convirtieron en refugiados y el Estado palestino aún no ha sido establecido.”

A estas alturas de su discurso, lo lógico es que la profesora de Derecho, que también es “presidenta” de un instituto que promueve una imagen de “humanismo judío”, llegase a la necesaria conclusión: que ya va siendo hora de que los palestinos expulsados regresen a sus tierras y a sus hogares.

No se cansen, pueden esperar sentados, porque Gavison no es exactamente una humanista universal: sólo es sionista. Lo único que quiere es detener el actual proyecto de ley que prohíbe a los palestinos la conmemoración de su tristeza. En otras palabras, lo que quiere es que los palestinos puedan estar tristes y lamentarse todo lo que deseen.

“La tristeza es un sentimiento natural de la gente que sufre mucho”, concede la refinada profesora. “No debemos negar la historia, no debemos prohibirla legalmente, nuestro reto consiste en confrontarla”. Lo normal es que una revelación así, salida de la pluma de una supuesta humanista, condujese al reconocimiento del pecado sionista e incluso a una admisión de responsabilidad.

Nada de eso sucede. La presidenta del Centro de Pensamiento Sionista, Judío, Liberal y Humanitario no cuadra dentro de nuestra noción de lo que debe ser un humanista. Es sólo una propagandista del tribalismo judío que trata de moldear esporádicos términos liberales para justificar un implacable y crudo comportamiento carente de la menor ética. Gavison no quiere justicia para la región, lo único que pide es que se desarrolle una “conciencia del pasado que pueda eventualmente transformarse en un futuro civil en el cual árabes y judíos vivan unos al lado de los otros”. Supongo que nunca juntos.

Cierto, Gavison es lo suficientemente misericordiosa como para permitir que los palestinos se lamenten de su pasado. Pero se niega a aceptar responsabilidad alguna por las consecuencias que acarreó el aparato institucional colonialista judío. Está claro que prefiere seguir viviendo en tierra palestina e incluso llamarla “patria” con tal de no devolverla a sus auténticos dueños. Más que los fanáticos sionistas de derechas que han presentado ese siniestro proyecto de ley, es la profesora Gavison, esa –por así decirlo– “humanista sionista”, quien encarna el verdadero significado de la brutalidad y la monstruosidad israelíes. En nombre del simbolismo humanista promueve el mantenimiento del crimen nacionalista judío.

La profesora Gavison termina su artículo declarando que “negar el pasado es algo inapropiado, pero no hacernos responsables de él es también inaceptable. Tenemos que encontrar soluciones para aprobar el derecho de los judíos a la autodeterminación en (parte de su) patria.” Yo quisiera que esta profesora profundamente “siohumanista” nos hiciese entender de una vez por todas qué es lo que da a los judíos el derecho a la “autodeterminación” a expensas de los demás. Quizá una vez que logremos comprenderlo seremos lo suficientemente maduros como para permitir que la profesora Gavison –o cualquier otro “sionista humanista”– nos iluminen y podamos entender qué es lo que hace que Palestina sea una patria judía legítima.

La lectura del texto de Gavison muestra una vez más la horrorosa verdad: sionismo y pensamiento liberal judío tienen poco que ver con humanismo, ética o universalismo. Como mucho, sionismo y humanismo son conceptos opuestos, por la sencilla razón de que el sionismo es una cosmología tribal racialmente orientada mientras que el humanismo tiende a lo universal.
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Manuel Talens es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.