Dalal Abu Aisha, de 14 años, se sume en la tristeza en este principio de Ramadán: por primera vez estará sola en la ruptura del ayuno, porque sus padres, sus dos hermanos y su hermana murieron en diciembre durante la ofensiva israelí contra la Franja de Gaza.
La adolescente no quiere hablar del día en que perdió a toda su familia. Pero su joven tía, de 29 años, que ahora se ocupa de ella, explica que las heridas son profundas. "Ahora que ha empezado el ramadán (el mes de ayuno musulmán), se acuerda de los banquetes antes del amanecer, de las rupturas del ayuno junto a su familia, de los regalos que recibía de su padre", explica. "Parece estar siempre ausente. Pasa todo el tiempo en internet o delante de la televisión. Es una niña muy inteligente pero sus estudios se han visto dañados" por la guerra, afirma.
Para el tío de Dalal, Rashad, de 37 años, este Ramadán es el peor que jamás haya vivido su familia. Les faltan los bienes de primera necesidad y los regalos, y los precios se han disparado en los mercados. "La guerra provocó tanto sufrimiento adicional, es más de lo que podemos soportar. La vida de Dalal es difícil, como la de todos los hijos de mártires", afirma.
Según los servicios de urgencias locales, más de 1.400 palestinos murieron durante la ofensiva israelí de 22 días -del 27 de diciembre de 2008 al 18 de enero de 2009- destinada a hacer cesar los disparos de cohetes palestinos contra el territorio israelí.
Otra familia duramente golpeada por la guerra, la de Al Samuni, empieza el Ramadán en una carpa levantada sobre las ruinas de su casa, en el sur de la Ciudad de Gaza.
Y como Dalal, Almaza Al Samuni, de 13 años, no romperá el ayuno al caer la noche junto a su madre y sus seis hermanos y hermanas, todos muertos durante el conflicto. En total, 29 miembros de esta familia, entre ellos muchos niños, murieron en un bombardeo el 5 de enero. El padre de Almaza resultó herido. "Nunca olvidaré a mi madre y a mis hermanas", afirma la adolescente. "El Ramadán es muy duro sin ellas. Estoy triste porque mi madre no está para preparar la comida para la ruptura del ayuno y mi padre, herido, no puede trabajar", agrega.
"El mes de Ramadán reabre las heridas y reaviva nuestro sufrimiento", afirma el padre de Almaza, Ibrahim. "Mi mujer, mis hijos, mis hermanos y hermanas, todos murieron y nuestras casas fueron destruidas. Nunca más seremos felices", se lamenta.
En la Franja de Gaza, el Ramadán es difícil incluso para los que no perdieron a sus allegados. El territorio está sometido a un estricto bloqueo por parte de Israel desde que el movimiento islamista palestino Hamas tomó su control, en junio de 2007, y la reconstrucción no avanza.
"La mayoría de la gente en Gaza está sin trabajo y no tiene ningún ingreso", explica Sami, de 40 años. "No saben cuándo se producirá el próximo desastre ni cómo pondrán hacerle frente", agrega.
Adel Zaanoun
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