martes, 25 de septiembre de 2007

Hernan Zin: "Gaza es un gigantesco campo de concentración"

Hernán Zin nació en 1971 en Buenos Aires. Es periodista y escritor. Desde hace 13 años se dedica a recorrer el mundo para realizar documentales, escribir reportajes y libros, centrando siempre su labor en los colectivos más postergados, en dar voz a quienes se encuentran en el último peldaño de la escala social, realizando un periodismo de a pie, junto a la gente. Ha trabajado en más de 30 países de África, América Latina y Asia.Ha publicado artículos y reportajes en El Mundo, La Voz de Galicia, Interviú, 20 Minutos, La Nación, El Cronista, La Razón, AR, Letras Libres, Siete Leguas, Viajar. Ha escrito y dirigido documentales para El Mundo TV y TVE. Ha colaborado con la Cadena Ser.Es autor de los libros Un Voluntario en Calcuta (2002), Helado y patatas fritas (2003), La libertad del compromiso (2005) y Llueve sobre Gaza (2007). Traducido al italiano, Helado y patatas fritas fue, junto al documental rodado por el propio Zin, la punta de lanza de un ambicioso proyecto que ha permitido llevar prisión en Camboya a varios pederastas europeos.Tras haber pasado cinco años en Asia, principalmente en Calcuta, en 1998 sentó residencia en Madrid. En la actualidad está realizando para el periódico 20 Minutos un recorrido por los principales conflictos armados del siglo XXI. Una investigación, bajo el título Viaje a la guerra, sobre el comercio de armas y sus consecuencias, que lo ha llevado a Sudán, Uganda, Israel, Palestina, Líbano, Etiopía, Sudáfrica y las favelas de Río de Janeiro.


Entrevista a Hernán Zin, reportero de guerra y autor del blog 'Viaje a la Guerra' en 20minutos.es y del libro 'Llueve sobre Gaza'.

"Los reporteros de guerra hemos de ir contra el poder, saltar a la yugular de los políticos que la empiezan".
Perfil: Hernán Zin, reportero de guerra

"Los ciudadanos israelíes viven ajenos al conflicto; es parecido a la sensibilidad de España con las pateras. Se vive bien mientras no haya suicidas"

"Si la OMS afirma que son necesarios 100 litros de agua al día para vivir, un palestino tiene 70 y un israelí 400. Israel no quiere que eso cambie"

¿Cómo es el día a día de un enviado especial a Gaza?

Muy duro. El bloqueo israelí ha llevado al 70% de la población al hambre. La luz se ha cortado, se limita el acceso de combustible, no se deja a los pescadores salir a faenar. La basura se acumula y escasean las medicinas. A esto se suman los bombardeos y las incursiones de los tanques. Cada noche vuelves al hotel desgarrado ante tanto dolor, ante el ataque a civiles que viola reiteradamente la Convención de Ginebra. En Gaza no hay escapatoria. Es una gran trampa, un gran campo de concentración. Y si pasas un par de meses empiezas a sentir tu también la claustrofobia por estar allí.

Te habías documentado sobre Palestina antes de hacer tu primer viaje, pero el choque con la realidad no hay nadie que lo anuncie.

No hay casi nadie que haya escrito realmente sobre lo que pasa allí. A mí me conmovió tanto la situación que fui por 10 días y me quedé dos meses. Vi una situación tan brutal, una dimensión tan desmesurada del sufrimiento… que creo que hay que buscar un nuevo lenguaje narrativo para contar en profundidad la situación humana tan compleja que pasa allí.

En medio de estas condiciones trabajan muchos periodistas extranjeros. ¿Cuál es la relación entre ellos?

Hay tres clases de periodistas: los que escriben desde el hotel, mandan a alguien a hacer la entrevista y luego completan la crónica con la información de agencia. Están los que se acercan para ver qué pasa, pero a distancia. Por último, también se encuentran los que se meten a fondo. Los que llegan a la primera línea y están con las víctimas. Éstos son los más generosos, quizás porque no están allí solamente por la pasta o por el prestigio. Se la juegan cada día y no tienen vanidad. Por eso, si les pides un contacto, un dato, un consejo, no dudan en dártelo.

Esos contactos son un tesoro cuando pisas tierra palestina.

Claro. Creo que el periodismo es que como navegar. La regla de oro de los marinos es ayudar a aquella embarcación que está en problemas. Así estén en medio de una regata. Yo lo hago y sé que, tarde o temprano, otro compañero, otro marino, hará lo mismo por mí.

Contra el poder y con las personas

En un escenario tan atípico supongo que se tambalearán y reafirmarán los principios y lecciones aprendidas.
Durante mi estancia en Gaza me he reafirmado en que nuestra función es ir contra el poder. Y, en el caso de los reporteros de guerra, saltar a la yugular de los políticos cabrones que empiezan las guerras. Al mismo tiempo he reforzado mi creencia de que el periodismo tiene que estar con la gente. Las declaraciones oficiales, siempre tan medidas y asépticas, no son la guerra. La guerra es caos, muerte, destrucción.

¿Cómo son los medios palestinos?

Las radios son muy dinámicas y participativas. Durante los ataques cumplen una gran función al informar a la gente, al recibir las llamadas de auxilio. Claro que cada una defiende su ideario, de Hamás a Fatah. Todas están politizadas. En internet hay un gran movimiento que aporta la visión palestina, por ejemplo, en medios como Electronic Intifada.

¿Y los ciudadanos?

Muestran una capacidad de resistencia encomiable, pese a que es un ambiente axfisiante y eso se nota en su ánimo. Hay un estudio que dice que el 70% de los niños tienen estrés postraumático. El caso es que siguen adelante. No sé cómo lo hacen.

Si ya es difícil informar para un corresponsal, para un palestino puede convertirse en una heroicidad.

A ese respecto no puedo más que sacarme el sombrero por su valor y compromiso. Al igual que en Irak y Afganistán, las agencias tiran de los profesionales locales ante el peligro de secuestro de los corresponsales.
Por ejemplo, he trabajado con Zakaria Abu Harbid, de la agencia Ramatán, un gran fotógrafo. El año pasado ganó el premio Rory Peck por las imágenes del asesinato de la familia Galia en la playa de Gaza. Zakaria, un tipo timido, de pocas palabras, a quien entrevisto en el libro, fue herido de bala en dos ocasiones pero se recuperó y, aunque le cuesta mover el brazo, sigue trabajando.

¿El interés informativo está en la mayoría de los medios bien dirigido? ¿Se informa de lo realmente importante?

En pocos conflictos se informa de manera tan manipulada. Durante los dos meses que estuve en Gaza no encontré un solo cable de AP o de Reuters que no me cabreara. Cada ataque israelí sobre civiles parece ser justificado a continuación por un párrafo, de corta y pega, sobre la negativa de Hamás a reconocer la existencia de Israel o sobre el terrorismo, aunque no venga a cuento.En cambio, nunca se dice que Israel no ha reconocido en su vida el derecho del Estado palestino a existir o del pueblo palestino mismo, por poner un ejemplo de las cosas que nunca se dicen. EFE no es la excepción. Lo cuenta bien Jonathan Cook, colaborador de The Guardian residente en Israel, o Robert Fisk, en la Gran guerra por la civilización.

También parece haber poca profundidad en las informaciones.

Falta contextualización. Se habla de guerra y paz. Se pone a ambas partes en el mismo plano, cuando la cuestión de fondo es una ocupación colonial, que viola la legalidad internacional, como la resolución 242 de Naciones Unidas, y que debe terminar de inmediato. Además, el aparato de propaganda suele utilizar a las víctimas del holocausto o colgar a alguien el apellido “antisemita” por el mero hecho de criticar al gobierno de Ehud Olmert. Me da verdadera vergüenza el trabajo de algunos corresponsales que ven la opresión y el horror y niegan y ocultan la realidad por su propia carrera y economía.

Y el israelí medio, ¿cómo ve lo que pasa a cincuenta minutos de su casa?

No lo ven. Ni siquiera los periodistas de diarios como Haaretz entran en Gaza. De vez en cuando recurren hasta a blogs que reproducen en sus páginas. Además, hay mucha indiferencia. Es parecido a la sensibilidad de España con las pateras. En Israel se vive muy bien, y mientras que no haya atentados suicidas, que hace tiempo que no los hay, la gente vive su vida.

¿Cuánto hay de interés económico en el conflicto y cuánto de odio racial o religioso?

El tema del agua en Cisjordania es muy importante para Israel, y llama la atención sobre un tema urgente: si la OMS afirma que son necesarios 100 litros de agua al día para vivir, un palestino tiene 70 y un israelí 400. Israel no quiere perder esas fuentes de agua. Después, hay unos grandes intereses urbanísticos, porque los suburbios de Jerusalén están en suelo palestino. ¿Qué haces con esas 400.000 personas? Ahí hay unos grandes negocios multimillonarios.

¿Qué fuentes de información consultas para informarte sobre el conflicto?

Periódicos generalistas como el New York Times, el Independent y el Guardian, que informan bien no sólo del conflicto, sino de cualquier cosa. Después, organismos como el Centro Palestino de Derechos Humanos, por ejemplo.

"En pocos conflictos se manipula tanto la información: las agencias internacionales tienen buena parte de culpa"

"Creo en la pequeña historia casi en primera persona. No me gusta estar en un hotel sino con la gente; es donde se aprende más"

"La vuelta a casa es muy injusta. Te dan palmaditas en el hombro, te miran como un héroe. Pero tú estás aquí y el dolor sigue allí"

"Creo que el periodismo es como navegar. La regla de oro de los marinos es ayudar a aquella embarcación que está en problemas. Así estén en medio de una regata".

Tú apuestas por la microhistoria, por hacer periodismo no desde los análisis globales sino de personas con nombres y apellidos.

Creo en una pequeña historia que sea el reflejo de una globalidad. La narración casi en primera persona, de primera mano. Es una voz más, no la única, pero la que yo puedo aportar. No me gusta estar en un hotel sino con la gente, que es como aprendo más, aunque por mi formación de politólogo esté al tanto de la marcha global del conflicto.

¿Cómo te ha cambiado el carácter desde que cubres este tipo de conflictos?

En algunas cosas para peor. Me he vuelto mucho más radical y cada vez me parece más complicado lidiar aquí con según qué cosas. Hay que gente que se ahoga en un vaso de agua mientras tú has visto personas que sufren de verdad. Cuesta conectar con esas trivialidades, lo cual también te deja un poco solo.

Entonces, volver a casa se convierte en un viaje sorprendentemente duro.

La vuelta es terriblemente injusta. La gente sigue allí, jodida en la guerra, y tú vuelves a tu piso, a tu redacción, a las cañas con los amigos, a la novia. Y en el medio para el que trabajas todos te dan la palmadita. Y todo el mundo te pregunta, te mira como a un héroe. Pero tú estás aquí y la gente sigue allí. Y eso te pesa. Saber que el horror que has visto, que llevas dentro, continúa.

A los estudiantes que están en las facultades de periodismo, ¿qué les recomiendas?

Les recomendaría que aprendiese idiomas, que fueran fieles a sí mismos, sin hacer concesiones. Han que saber que una profesión como esta es difícil; probablemente el camino más largo, pero el único camino. Probablemente a un fotógrafo apostado delante de la casa de un famoso le van a pagar el doble o el triple que el que se juega la vida en la guerra. Casi seguro. Pero en la carrera de fondo, el que toma atajos llega antes pero no más lejos. Cuando eres solvente, a la larga las cosas marchan bien. Leer a los grandes ayuda y anima mucho. Y la rebeldía. La juventud de hoy no es nada rebelde, no cuestiona nada la realidad, no la pone contra las cuerdas para que mejore. Hacer eso vale la pena y es muy gratificante. Aunque sea largo, es el que conduce a alguna parte.

Entrevista publicada originalmente en el blog del autor: Porsilasmoscas.net

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