La amenaza iraní. La construcción en los asentamientos. La fractura inter palestina. El fallido proceso de paz. Gaza. Hizbulá… El empuje de la actualidad hace que, con frecuencia, se olvide que Israel construye todos los días, de forma incansable desde hace ocho años, un muro para aislar a Cisjordania. Ni alambrada, ni valla, ni barrera: un muro de hormigón que tendrá 710 kilómetros cuando se complete, y que ya supera los 400 kilómetros.
Esta semana, el Ejército israelí no ha tenido más remedio que ponerse a cumplir una sentencia del Tribunal Supremo de septiembre de 2007, que ordenó cambiar el trazado para devolver unas tierras robadas al pueblo de Bilín. Son 700.000 kilómetros de tierra cultivo que regresarán a manos de sus propietarios.
Es un gran éxito para Bilín, una aldea de nombre familiar para cualquiera que siga las protestas de los palestinos contra el muro, porque se celebran todos los viernes por la mañana precisamente en esa localidad. Este próximo viernes hará cinco años que esas manifestaciones empezaron, aunque, como el propio muro, ya forman tal parte del paisaje, ya son tan pan nuestro de cada día… que quedan eclipsadas por todo lo demás.
Y las protestas de Bilín se han convertido en una actividad muy controvertida que habitualmente termina como una batalla campal de botes de humo, disparos y piedras. Son el resultado de una explosiva mezcla de ira, de provocación y de abuso de poder que se repite cada semana y que, a lo largo de este lustro, ha terminado con varios muertos.
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