sábado, 22 de noviembre de 2008

Miguen A. Murado: el escepticismo de un periodista en Palestina


Derrochando ironía, y ese escepticismo fruto de la experiencia, “Fin de siglo en Palestina” es una auténtica biografía. El relato personal de cinco años de vida en Palestina, que nos permiten, a través de los ojos de su autor, convertirnos en auténticos “vuayeurs” asomados a la realidad social de un país y sus gentes. Con un delicioso sentido del humor, no exento de cierta tristeza, Miguel Anxo Murado se convierte en el mejor guía que un lector occidental podría encontrar, para recorrer los paisajes y paisanajes de Palestina, bordeando una frontera: la del siglo XX con el siglo XXI.

-En tu libro se describen cosas terribles, que has visto personalmente. Abusos, atentados terroristas, palizas, hambrunas… sin embargo en medio de las descripciones de las situaciones más horribles, es imposible contener una carcajada ante las situaciones más absurdas, solapadas con esos tramas… ¿Realmente tu percepción de Palestina es tan tragicómica?
Por carácter tiendo ya al escepticismo y la sátira, pero nada de lo que haya visto en esta vida me ha hecho tan escéptico como Palestina. Te hace pasar por varias fases, la última de las cuales es esa sonrisa amarga que se nos queda cuando la indignación ya casi se nos ha agotado.

-Llegaste a Palestina como empleado de las Naciones Unidas, y continuaste como corresponsal de prensa. ¿Consideras que Occidente tiene una visión real de la situación en los territorios ocupados de Palestina? ¿E Israel?
Se da una situación curiosa: sí tenemos una idea bastante clara de la injusticia que sufren los palestinos, pero paradójicamente existe un tabú a la hora de sacar conclusiones y señalar la fuente del problema. Parece como si lo que les hubiese ocurrido a los palestinos fuese una especie de catástrofe natural de la que nadie tiene la culpa y cuya solución sólo dependiese de ellos mismos y su buen comportamiento. Al mismo tiempo, de lo que sí existe una total ignorancia es acerca de Israel, de qué tipo de país es, de qué tipo de leyes tiene. De ahí nace una de las grandes confusiones de este conflicto: que Israel es una democracia que comparte los valores de Occidente. Algunos valores de Occidente los comparte, sin duda (también los palestinos), pero no el de la igualdad ante la ley o el carácter laico del Estado, que es el principio básico de la democracia. Basta mirar los consejos de ministros israelíes: rabinos y generales. Imaginemos qué se diría de una democracia europea en la que el gobierno estuviese formado por militares y sacerdotes…

-El lector de tu libro, erróneamente o no, cree intuir una relación de amor-odio entre tú y Jerusalén ¿es correcto?
Me temo que sí, pero parece que no soy el único. Desde los profetas del Antiguo Testamento hasta Mahmud Darwish existe una larga tradición de preguntarse cómo es posible que una ciudad pueda causar tanto daño y suscitar tantas locuras.

-Tradicionalmente se considera Al Quds la 3 veces santas (por musulmanes, cristianos y judíos), sin embargo, por el número de profetas encarnados, sectas y organizaciones religiosas que mencionas, parece mil veces santa… ¿realmente es tan politeísta?
Como pasa con las personas, la santidad de las ciudades no resiste un escrutinio muy detallado. Los judíos tan sólo veneraron Jerusalén en momentos muy concretos de la historia de su religión (durante siglos tuvieron la posibilidad de instalarse allí sin problemas y no lo hicieron); los cristianos se olvidaron de ella durante cientos de años y Jesús de Nazaret la maldice expresamente en los Evangelios (cualquiera que sea el valor historiográfico que se les conceda). Los musulmanes también la han venerado en unos siglos e ignorado en otros… Al final, esa visión irracional de Jerusalén como símbolo en vez de cómo ciudad han acabado pagándola sus habitantes, sobre todo los árabes y en alguna medida los judíos israelíes, que ahora empiezan a asustarse del poder de los que llamamos ultra-ortodoxos (y que si fuesen musulmanes llamaríamos fundamentalistas).

- ¿Cómo es posible que un periodista en Jerusalén llegue a aburrirse de los atentados?
Porque la violencia, contrariamente a lo que nos presenta el cine, no es fascinante. Es tan triste y tan inútil que al cabo de un tiempo el periodista tiene que cerrar una parte de su conciencia para seguir trabajando. Les ocurre a los médicos que lidian con la enfermedad a diario, les ocurre a los soldados que combaten en una guerra. Afortunadamente, y también en contra de lo que se cree, cuando dejas ese contexto, vuelves a tener los mismos sentimientos que antes.


-En diciembre de 1999 tuviste la responsabilidad de organizar la fiesta de Navidad y el apocalíptico y milenarista cambio de siglo en Belén ¿Cómo resumirías aquella experiencia, que resulta tan desternillante en el libro?
Fue la conjunción de todo el proceso de Paz de Oslo: la vida de los palestinos era horrible, se construían más asentamientos que nunca, la ayuda internacional no llegaba, Israel se negaba a retirarse de ninguna de las zonas preestablecidas… Todo se venía abajo y allí estábamos nosotros, celebrando el cambio de milenio como si el que llegaba fuese a ser mejor que el anterior. Todo funcionaba mal, todo fallaba, todo era una fachada. Si levantabas un poco el decorado, te encontrabas con un tanque apuntándote. Son escenas que sólo se pueden contar con el recurso del humor.

-Has vivido durante años, tanto en el sector árabe como en el israelí… No te pediremos que te definas a favor de unos u otros pero ¿Qué diferencias percibe un occidental entre una y otra forma de entender la vida?
Cuando llegué creía que simpatizaría humanamente con el drama de los palestinos, pero que me sentiría intelectualmente más próximo a los israelíes. Me equivoqué. La realidad es la contraria de la que suele creerse. Palestina es la sociedad “occidental”, una especie de Italia de los años 70, en ocasiones irritantemente tradicional y otra encantadoramente tradicional, pero perfectamente reconocible. Israel es un país extraño, el experimento socio-político más extremo del nacionalismo étnico de los años 20; gira únicamente en torno a sí misma, a veces de una manera creativa, a veces narcisista, pero siempre excluyendo al resto del mundo. Una de las cosas más inquietantes de Israel es la inmensa xenofobia que existe contra el extranjero (ya no digo el árabe), una xenofobia que se alimenta constantemente en los medios y en la educación. Entre los palestinos uno experimenta lo contrario, una “xenofilia”, la simpatía y la curiosidad por el extranjero. Por eso todos los funcionarios internacionales intentaban vivir en la parte árabe de la ciudad.

-Mencionas, fugazmente, la muerte de Mohamed Al Dura, y no se si conoces la revisión hecha por medios israelíes, atribuyendo a los mismos palestinos su muerte, al igual que otros casos similares. ¿Conoces esos medios revisionistas israelíes concentrados en atribuir todas las masacres palestinas a simples actos de propaganda árabe? Como periodista occidental ¿Qué te parece la afirmación de que no existen abusos ni asesinatos israelíes en Palestina, atribuyendo a fraudes fotográficos, actores, etc, todas las evidencias en ese sentido?
Creo que es un pseudo-debate. Los ejércitos de ocupación cometen siempre abusos y crímenes. Los israelíes podrían decir que ellos no son peores que los franceses en Argelia o los norteamericanos en Iraq, y tendrían razón. Pero pretender que su ocupación es respetuosa y gentil no sólo es negar la evidencia, es una prueba más de ceguera y fanatismo. También algunos grupos palestinos comenten crímenes. El problema no es quién es más violento (obviamente siempre lo es quien tiene más fuerza y va ganando), lo que hay que preguntarse es qué proyecto tienen unos y otros, qué clase de sociedad quieren imponer. La Sudáfrica del apartheid no mataba a muchas personas (objetivamente, muchas menos que Israel) pero no por eso lo considerábamos un régimen aceptable.

-Para buena parte de España, Europa y Occidente, Hamas, la Yihad Islámica o Al Fatah son solo sucursales de Al Qaeda en Palestina. ¿Llegaste a alguna conclusión tras tu experiencia en Palestina sobre lo que aquí se llama “terroristas palestinos”? Nosotros hemos tenido la oportunidad de entrevistar a personajes como Leyla Khaleb, Cárlos “el Chacal” o Ibrahim Abayat… ¿realmente alguien se acuerda de ellos en la Palestina del siglo XXI?
Tanto Fateh, como Hamas como la Yihad Islámica han practicado el terrorismo en algún momento de su historia. También (con la excepción de la Yihad Islámica), han buscado la negociación y el compromiso. Del otro lado, Kadima y Likud proceden del Irgun, un grupo terrorista, y el partido laborista tuvo un brazo armado terrorista, la Hagana. Israel es, como Irlanda o Argelia, en gran medida el resultado de una lucha terrorista y ha estado presidida sucesivamente por Begin y Shamir, ambos terroristas confesos. El padre de la actual ministra de Exteriores israelí, Zipi Livni, fue el hombre que hizo volar el Hotel Semiramis, donde murió el cónsul español de entonces… Por esa parte, todos están bien servidos, nadie puede rasgarse las vestiduras. Pero mi reflexión es esta: el terrorismo es una parte muy pequeña del sufrimiento que han padecido ambos pueblos. ¿Por qué ocupa un lugar tan prominente en la percepción mediática, entonces? Simplemente, porque el tipo de violencia que ejerce Israel puede disimularse bajo otros nombres y hacerse, por tanto, más aceptable, cuando en realidad, objetivamente y con los números en la mano, causa mucho más sufrimiento. Pero el terrorismo cumple en nuestros tiempos la función que cumplía el diablo en la Edad Media: su simple mención permitía suspender el pensamiento racional.

-Hace poco tuvimos la oportunidad de conversar largamente con Mohamad Bakri, el director de “Jenin, Jenin”, documental sobre la masacre cometida en el campo de refugiados de dicha ciudad palestina, por el que recientemente ha sido procesado en Israel. En tu libro relatas tu experiencia allí. ¿Cuál es tu opinión?
El caso Bakri, como el caso Bishara y tantos otros nos devuelve a la realidad de un país en el que rige la censura militar (un hecho poco conocido pero que todos los periodistas sabemos de sobra). En mi ensayo “La segunda intifada. Historia de la revuelta palestina” dediqué muchas páginas a analizar con detalle la manipulación mediática que se hizo en torno a lo sucedido en Yenín, porque es un caso paradigmático. Fueron los propios israelíes quienes exageraron inicialmente el número de palestinos que habían matado, porque en ese momento necesitaban justificar ante su opinión pública el alto número de bajas que habían sufrido. Luego, cuando los palestinos aceptaron esa cifra alta porque no tenían otra, Israel desveló que había matado a muchas menos personas y acusó a los palestinos de mentir, lo que a su vez hizo pasar casi inadvertido el hecho de que buena parte de los muertos eran civiles y que se habían cometido graves crímenes de guerra durante el asalto.

-Tu libro concluye antes del ascenso de Hamas al poder, en la últimas elecciones democráticas en un país musulmán de Oriente Medio… ¿Cómo percibes el gobierno de Hamas y la situación de Palestina tras su victoria?
Creo que es absurdo hablar de la política palestina en términos de normalidad y debate ideológico; los palestinos ni siquiera tienen derechos civiles básicos. La diferencia entre Hamas y Fateh es en parte generacional, en parte social (Hamas representa a sectores menos privilegiados), en parte geográfica (Hamas representa sobre todo a Gaza) y en parte personal (son distintos grupos de personas que compiten por el poder). Ideológicamente, hay una diferencia de énfasis, pero Hamas es más nacionalista que islamista y se está revelando tan pragmática y pactista como lo fue el Fateh de Arafat. En el fondo todos los palestinos comparten una misma ideología, que es el deseo de libertad y esas organizaciones no son más que instrumentos bastante torpes para expresarlo. Usar el islamismo de Hamas o la violencia de las Brigadas de los Mártires de al-Aqsa para negar la legitimidad de la causa palestina es como decir que el movimiento de los derechos civiles de los 60 en Estados Unidos no era legítimo porque tenía una rama fundamentalista (los episcopalianos que apoyaban a Martin Luther King) y otra terrorista (los Panteras Negras de Malcolm X).

-¿Se te ocurre alguna forma de conseguir la paz entre israelíes y palestinos?
La única solución, y hacia la que va la demografía, es un único estado democrático e igualitario para todos los habitantes del territorio que llamamos Israel y Palestina, incluidos todos los refugiados de 1948 y sus descendientes, con una constitución laica. Es por esto que nada se soluciona. Lo que hay que cambiar no es a los palestinos, sino a los israelíes, convertir sus leyes en leyes verdaderamente democráticas, eliminar el privilegio en función de la “raza” (entre comillas, porque este es un término sin ningún valor objetivo). Ese estado podría llamarse República Democrática de Oriente Medio y tener símbolos nuevos, como la nueva Sudáfrica post-apartheid. No soy utópico ni idealista, creo que ocurrirá por su propio peso, contra los deseos de la mayoría de los palestinos y los israelíes. La convivencia no será fácil al principio, como no lo está siendo en Sudáfrica, pero esto es lo que pasa cuando se juega con sueños mesiánicos…

Muhammad Abdallah

domingo, 2 de noviembre de 2008

El festival de cine árabe AMAL cierra su edición de 2008 con un nuevo éxito


Waiting for Pasolini, una película dirigida por el realizador marroquí Daoud Aoulad-Syad, obtuvo el premio principal en el festival de cine árabe Amal, que cerró ayer en Santiago su sexta edición con una gran afluencia de público en las proyecciones, debates y actividades paralelas celebradas a lo largo de toda la semana.
La cinta ganadora ya fue premiada en otros certámenes como el prestigioso festival de cine árabe de El Cairo. En ella se cuenta la historia de Thami, un anciano que vive en un pueblo de Marruecos y que en su juventud se convierte en amigo del cineasta italiano Pier Paolo Pasolini mientras éste rueda una película en ese país. Cuarenta años después, un equipo de italianos vuelve al mismo lugar para preparar el rodaje de otra película y Thami cree que va a volver a ver a su antiguo amigo que, en realidad, ya ha fallecido.

Además de esta película, el palmarés del festival incluye premios para el director Alain Gomis, los actores Elvira de Armiñán y Samir Guesmi, el documental A jihad for love y los cortometrajes Abimbowé, Silent Night y Borderlands. El premio especial del público fue para La Caravana del Manuscrito Andalusí y el galardón que concede la Televisión de Galicia lo obtuvo La maison jaune.

El festival se cerró ayer con la entrega de premios, a la que asistió el secretario general de Comunicación, Fernando Salgado, y con un concierto celebrado en la sala Capitol en el que actuó el grupo formado por músicos árabes Speed Caravan.